Type Here to Get Search Results !

Cuando Gene Kelly le negó el saludo a Malcolm McDowell por La naranja mecánica

 

Cuando Gene Kelly le negó el saludo a Malcolm McDowell en una fiesta por la improvisacion de Singing the rain en La naranja mecánica.

Hay anécdotas en la historia del cine que parecen escritas por el destino, pequeñas colisiones entre mundos que resumen toda una época. Una de ellas ocurrió cuando el legendario Gene Kelly, ícono del musical clásico de Hollywood, se cruzó en una fiesta con Malcolm McDowell, el actor que interpretó a Alex DeLarge en La naranja mecánica (1971), una de las películas más provocadoras y revolucionarias jamás filmadas. El encuentro no fue precisamente agradable.

Para entender este momento tenso entre dos figuras de generaciones y sensibilidades opuestas, hay que remontarse al rodaje del film de Stanley Kubrick. En una de las escenas más inquietantes —y sin duda una de las más icónicas— de La naranja mecánica, Alex y sus drugos irrumpen en una casa, atacan a una pareja e imponen el caos con una mezcla de violencia, sadismo y estilo grotesco. En medio de esa brutalidad, de repente, McDowell comienza a cantar y bailar “Singin’ in the Rain”.

Pero eso no estaba en el guion.

“Fue algo instintivo”, ha contado Malcolm McDowell. “Estábamos rodando, estábamos buscando algo más para la escena, y de repente me vino. Me puse a cantarla. Kubrick se entusiasmó. Le encantó. La incluyó en el montaje final”.

Y así nació una de las escenas más perturbadoras del cine moderno: el contraste entre la alegre melodía de un clásico inmortal del musical de los años 50 y un acto de violencia sin sentido. El resultado fue devastador, inolvidable, y generó una de las imágenes más fuertes de la obra de Kubrick.

La naranja mecánica se convirtió en un fenómeno. Fue censurada, admirada, debatida y reverenciada. Pero no todos estaban encantados con sus elecciones estéticas. Especialmente alguien: Gene Kelly, protagonista y co-creador de Singin’ in the Rain (1952), la película cuya canción se usó en aquel infame momento.

Apenas unos meses después del estreno del film, McDowell fue invitado a una fiesta en Hollywood organizada por ejecutivos de Warner Bros., el estudio detrás de La naranja mecánica. En un momento de la velada, uno de los anfitriones se acercó al joven actor emocionado:

—No lo vas a creer… ¡Gene Kelly está aquí!

McDowell se entusiasmó. Como actor británico que admiraba el cine clásico, conocer a Kelly era una oportunidad de oro. “Dije: ‘¡Dios mío! Me encantaría conocerlo’”, contó años más tarde frente a una sala llena de fans.

Entonces, el ejecutivo lo llevó hasta donde estaba Gene Kelly. Le tocó el hombro al veterano actor y le dijo:

—Gene, me gustaría que conocieras a Malcolm McDowell.

Kelly se dio la vuelta, le echó un vistazo a McDowell… y sin decir palabra, simplemente se dio media vuelta y se fue.

El golpe fue devastador para McDowell. “Me mató”, reconoció. “¿Puedes culparlo? Me llevé su momento más maravilloso y lo convertí en una pesadilla. Aunque yo no me sentí avergonzado, el ejecutivo que me presentó se sintió fatal por lo que acababa de pasar”.

Para McDowell, aquel desprecio se convirtió en una anécdota dolorosa pero comprensible. Durante años asumió que Kelly estaba furioso por la forma en que Singin’ in the Rain se había utilizado: sacada de contexto, asociada a la violencia, alejada del espíritu optimista que había hecho de su película un símbolo de alegría cinematográfica.

Sin embargo, la historia tenía un giro que él tardaría 40 años en descubrir.

Décadas después, mientras contaba esta anécdota en un evento organizado por la Academia, una mujer se le acercó al finalizar su relato. “Soy la viuda de Gene”, le dijo.

Y luego, con una sonrisa, soltó la verdad que nadie esperaba:

—Gene no estaba molesto contigo, Malcolm. Estaba muy molesto con Stanley Kubrick… porque no le habían pagado por el uso de la canción.

McDowell, sorprendido, soltó una carcajada.

—¡Dios mío! —dijo—. Hay una gran banda de nosotros que no nos han pagado…

Resulta que el verdadero problema de Gene Kelly no era el uso artístico o narrativo de la canción, sino una cuestión mucho más pragmática: Kubrick había usado “Singin’ in the Rain” sin gestionar los derechos correspondientes con sus creadores de forma directa, y eso había dejado a Kelly con un sabor amargo. No era solo una cuestión de principios, sino también económica.

Ese detalle humaniza el malentendido. Durante años, McDowell pensó que había profanado un símbolo sagrado del cine musical. Pensó que había ofendido a una leyenda con su actuación, su improvisación, su asociación con la brutalidad. Pero en realidad, el conflicto era otro: el respeto (o falta de él) hacia los artistas originales de una obra que había sido recontextualizada sin su participación ni su consentimiento.

Esa escena de La naranja mecánica sigue siendo uno de los momentos más potentes del cine. Y como ocurre con todas las grandes obras, no se limita a lo que vemos en pantalla: detrás hay historias, tensiones, heridas y reconciliaciones que hablan tanto de la industria como del arte. La anécdota de Gene Kelly y Malcolm McDowell es, en definitiva, el encuentro entre dos mundos: el Hollywood clásico que cuidaba sus melodías como joyas preciosas, y el cine moderno que las usaba para subvertir, provocar y redefinir.

Y aunque en aquel primer cruce no hubo apretón de manos, ni sonrisa, ni palabras, 40 años después llegó algo mejor: una verdad que cerró el círculo y que nos recuerda que incluso las tensiones más emblemáticas del cine pueden tener una explicación más terrenal de lo que imaginamos.

Tags

Publicar un comentario

0 Comentarios
* Please Don't Spam Here. All the Comments are Reviewed by Admin.