Nacimiento 20 ene 1946 Missoula, Montana, Estados Unidos
Fallecimiento 16 ene 2025Los Ángeles, California, Estados Unidos
Hablar de David Lynch es adentrarse en un territorio donde la lógica se disuelve, los sueños son más reales que la vigilia, y el cine se convierte en un espejo distorsionado del alma humana. Pocos autores han dejado una huella tan profunda en el arte audiovisual moderno. Lynch no dirigía películas: fabrica universos. Y lo hace con una mezcla única de elegancia formal, angustia existencial, surrealismo puro y una sensibilidad profundamente americana que observa lo cotidiano desde la grieta más oscura.
A continuación, te presento sus diez obras más destacadas, divididas en dos categorías claras: las seis primeras son obras maestras absolutas, cada una con su mundo propio, imponentes en forma y fondo. Las otras cuatro son grandes películas, notables, valientes, y en muchos casos subestimadas. Pero antes de entrar en detalles, una confesión: Lost Highway (Carretera Perdida) es la que más me flipa. Me obsesiona, me perturba y me fascina como ninguna otra. Y por supuesto, Twin Peaks no es solo una serie: es el antes y el después de la televisión. Empecemos por ahí.
1. Twin Peaks (1990–1991 / 2017)La serie que cambió la televisión para siempre
Si hoy las series son respetadas como arte, es gracias a Twin Peaks. Antes de Lynch, la televisión era un territorio de fórmulas y confort narrativo. Con esta serie, todo cambió. En apariencia, era solo un misterio: ¿quién mató a Laura Palmer? Pero lo que comenzó como una investigación policial en un pueblo aparentemente normal, se transformó en un viaje lisérgico, lleno de humor absurdo, tragedia griega, mitología inventada y escenas que parecen filmadas desde el subconsciente.
El agente Dale Cooper (Kyle MacLachlan) es uno de los personajes más entrañables y extraños de la historia de la ficción. El “Black Lodge”, Bob, la Dama del Leño, los sueños hablados al revés… todo esto ya es parte de la cultura pop, pero también de algo más profundo: Twin Peaks nos enseñó que no hay respuestas claras, que lo importante es el viaje, no la resolución.
Y luego vino The Return en 2017. Pero ya no me gustó tanto.
La película que más me flipa
Hay películas que se entienden. Otras se sienten. Y luego está Lost Highway, que te atrapa, te arrastra y te deja tambaleando. Es una cinta hipnótica, laberíntica, venenosa. Una pesadilla filmada con una precisión quirúrgica. Lynch se adentra en los temas que más le obsesionan: la identidad fragmentada, los bucles temporales, la culpa, la violencia y el sexo como pulsión destructiva.
La historia comienza con Fred Madison, un saxofonista acosado por unos misteriosos vídeos que le muestran dentro de su propia casa. Y entonces... cambia todo. Literalmente. De pronto ya no es él. Es otra persona, en otra historia, pero los ecos, las figuras y las obsesiones persisten.
La atmósfera es asfixiante, las transiciones temporales son vertiginosas y el soundtrack (con David Bowie, Nine Inch Nails, Rammstein y Angelo Badalamenti) es sencillamente glorioso. El “hombre misterioso”, con ese rostro pálido e inhumano, es uno de los villanos más terroríficos del cine moderno.
Carretera perdida no se explica: se experimenta. Y yo no me canso de recorrerla.
3. El hombre elefante (1980)
Humanidad y horror en estado puro
Después de su debut con Eraserhead, nadie imaginaba que David Lynch sería capaz de dirigir una película tan clásica y conmovedora como El hombre elefante. Pero lo hizo. Y con una maestría que dejó atónito al mundo.
La historia de Joseph Merrick, un hombre con una severa deformidad física en la Inglaterra victoriana, es una parábola sobre la dignidad, la compasión y el sufrimiento humano. Lynch rodó en un bellísimo blanco y negro, creando una estética que recuerda al expresionismo alemán y al cine de los años 30, pero con una sensibilidad contemporánea.
Aquí Lynch demuestra que no necesita surrealismo para emocionar: basta con su mirada humanista, su atención al detalle, y su capacidad para generar belleza desde el dolor. John Hurt está extraordinario. Anthony Hopkins, también. Y el resultado es una de las películas más elegantes y tristes que se han hecho jamás.
Lo que hay bajo el césped bien cortado
“Soy un hombre muy, muy enfermo”. Con esta frase arranca una de las obras más influyentes de los 80. Blue Velvet es la disección definitiva del “sueño americano”. Lynch toma un típico pueblo norteamericano, con jardines bien cuidados, jóvenes amables y cafés con tartas, y levanta la alfombra para mostrar la podredumbre que hay debajo: violencia, perversión, locura.
Jeffrey (Kyle MacLachlan) es el voyeur que se adentra en ese mundo subterráneo, fascinado por la cantante Dorothy Vallens (Isabella Rossellini) y aterrorizado por el psicópata Frank Booth (un Dennis Hopper desatado). Cada escena está impregnada de tensión y extrañeza.
Esta es la película que consolidó el “estilo Lynch”: atmósfera inquietante, uso del sonido como elemento narrativo, erotismo enfermizo, violencia abrupta. Un clásico absoluto que no ha envejecido ni un segundo.
5. Una historia verdadera (1999)La belleza de lo simple
Después de los abismos de Lost Highway, nadie se esperaba esto. Una película tranquila, lineal, basada en hechos reales, con un tono casi contemplativo. Pero eso es justo lo que la hace tan especial.
La historia de Alvin Straight, un anciano que cruza varios estados en una cortadora de césped para visitar a su hermano enfermo, es una oda a la perseverancia, a la familia y al tiempo perdido. Es una de las películas más tiernas de Lynch, pero no por ello menos profunda.
La fotografía es bellísima. La actuación de Richard Farnsworth, conmovedora. Y aunque el estilo aquí es sobrio, el alma lynchiana sigue presente: la fascinación por los rostros, por los silencios, por la extrañeza de lo cotidiano.
El Hollywood de los sueños rotos
Probablemente su obra más reconocida y estudiada. Mulholland Drive es un rompecabezas emocional, donde la primera mitad parece un sueño dulce y la segunda, una pesadilla lúcida.
La historia de Betty y Rita (Naomi Watts y Laura Harring) se transforma progresivamente en una exploración del deseo, la frustración, el poder de la industria y la fragilidad de la mente. Todo está cuidadosamente diseñado para confundir y emocionar a la vez.
La secuencia del Club Silencio es una de las más inquietantes de la historia del cine. Y Naomi Watts ofrece aquí una de las actuaciones más potentes jamás filmadas. Cada revisión de esta película revela nuevas capas, nuevas conexiones, nuevas preguntas. Y eso es lo que la hace eterna.
7. Corazón salvaje (1990)
Amor, violencia y Oz
Ganadora de la Palma de Oro en Cannes, esta es una road movie desenfrenada, violenta, absurda y romántica. Lynch mezcla Elvis Presley, El mago de Oz y porno trash con un estilo que solo él podría sostener.
Nicolas Cage y Laura Dern están intensos y desatados. Willem Dafoe da auténtico miedo. Y aunque es una obra más caótica y excesiva, tiene momentos de pura poesía visual.
No es perfecta, pero es valiente. Y eso vale mucho.
8. Eraserhead (1977)El nacimiento de un universo
Su debut. Su manifiesto. Su pesadilla personal convertida en cine. Eraserhead es una película difícil, perturbadora, experimental. Una mezcla de horror corporal, angustia existencial y metáfora de la paternidad que ha marcado a generaciones de cineastas.
Rodada en blanco y negro, con sonido industrial constante y un diseño visual enfermizo, esta película se siente como estar atrapado en una pesadilla sin escapatoria. No es para todos. Pero quien entra, no sale igual.
9. Inland Empire (2006)El delirio sin mapa
Tres horas de metacine, fractura mental, repeticiones, conejos humanoides, prostíbulos polacos y Laura Dern completamente entregada. Inland Empire no busca agradar, ni siquiera explicarse. Es un trance.
Rodada en digital de forma casi casera, sin guion tradicional, Lynch llevó aquí su método al extremo. A ratos fascinante, a ratos agotadora. Pero siempre genuina.
10. Fuego camina conmigo (1992)El descenso al infierno de Laura Palmer
Muchos la odiaron en su momento. Hoy, es una obra reivindicada. Esta precuela de Twin Peaks no busca resolver nada: se adentra de lleno en el sufrimiento de Laura Palmer. Y lo hace con una crudeza emocional devastadora.
Es una de las películas más tristes de Lynch, y una de las más necesarias para entender el alma de Twin Peaks. Dolorosa, oscura, pero profundamente honesta.
Conclusión: Lynch para siempre
David Lynch no es solo un cineasta: es un médium de lo inefable. Ha construido un lenguaje propio, ha desafiado todas las reglas narrativas y ha creado un universo que solo se puede habitar desde la intuición y la sensibilidad. Sus obras nos confrontan, nos inquietan, nos obsesionan.
Y en el corazón de ese universo, está Carretera perdida, esa cinta que me sigue atrapando cada vez que la veo. Y está Twin Peaks, la serie que lo cambió todo. Con ellas, y con todo lo que ha hecho, Lynch nos recuerda que el cine —como la vida— no siempre tiene sentido. Pero cuando lo sientes, cuando te atraviesa, ya no hay marcha atrás.