Type Here to Get Search Results !

Crítica: Expediente Warren: El último rito (2025) ★☆☆☆☆

 

★☆☆☆☆ 3/10   Estados Unidos   Duración: 136 Minutos. 

Año: 2025.

Título Original: The Conjuring: Last Rites 
Dirección: Michael Chaves 
Guion: Ian Goldberg, Richard Naing, David Leslie Johnson-McGoldrick
Reparto: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Mia Tomlinson,,Ben Hardy, Rebecca Calder, Elliot Cowan, Kíla Lord Cassidy, Beau Gadsdon, John Brotherton, Shannon Kook, Steve Coulter,Peter Wight,Kate Fahy,Lili Taylor, Mackenzie Foy, Frances O’Connor, Madison Wolfe, Julian Hilliard
Música: Benjamin Wallfisch 
Fotografía: Eli Born 
Montaje: Elliot Greenberg, Gregory Plotkin
Distribuidora: Warner

ARGUMENTO.
Ed y Lorraine Warren se enfrentan a uno de los casos más estremecedores de su carrera. Una familia norteamericana, los Smurl, comienza a sufrir fenómenos paranormales cada vez más violentos en su hogar, que pronto se convierte en un infierno marcado por presencias demoníacas y ataques inexplicables.
 
 
CRITICA: 
Opina @gandolcine

Lo que en su día fue una de las sagas de terror más potentes y respetadas de los últimos años ha terminado convirtiéndose en una parodia involuntaria de sí misma. Expediente Warren: El último rito (2025) llega como el supuesto cierre de la historia de los Warren, pero en realidad lo único que cierra es la paciencia del espectador. Es, sin exagerar, la peor película de toda la franquicia y un ejercicio de desgana tan evidente que uno se pregunta cómo algo con semejante presupuesto y marca detrás ha podido salir tan mal.

Desde los primeros minutos queda claro que esta nueva entrega no tiene absolutamente nada que aportar. La trama, que intenta desesperadamente parecer compleja y oscura, no es más que un refrito de todos los clichés posibles del cine de posesiones: una casa maldita, una familia aterrorizada, símbolos religiosos por todas partes y los inevitables golpes de sonido que pretenden asustar a base de volumen, no de ingenio. El guion es tan fino que prácticamente se transparenta. No hay tensión, no hay atmósfera, no hay desarrollo de personajes. Solo hay escenas sueltas que parecen pegadas con cinta adhesiva, uniendo sustos previsibles con silencios artificiales que nunca llegan a nada.

La historia se siente cogida con pinzas, mal estructurada y sin ningún tipo de coherencia interna. Las motivaciones de los personajes son confusas, las decisiones que toman carecen de sentido, y en más de un momento parece que los guionistas improvisaron sobre la marcha. El resultado es un relato inconexo, donde las escenas no fluyen, y donde lo que debería generar misterio o angustia solo produce aburrimiento y desconexión emocional.

Por si fuera poco, el ritmo es un desastre. Durante la primera hora no pasa prácticamente nada relevante, y cuando finalmente intenta levantar el vuelo, lo hace con secuencias tan absurdas que rozan la comedia involuntaria. La parte final es directamente bochornosa: un clímax que pretende ser épico, pero que resulta ridículo por su ejecución torpe, un dramatismo exagerado e impostado lleno de efectos especiales que provoca vergüenza ajena. Es de lo peor que se ha visto en años dentro de una película con cierta repercusión comercial.

Uno de los sellos de la saga siempre había sido su capacidad para generar miedo sin abusar del susto fácil. James Wan, en The Conjuring (2013) y El caso Enfield (2016), supo jugar con la tensión, el ritmo y el fuera de campo, construyendo escenas que realmente inquietaban. Aquí, en cambio, todo se basa en golpes de sonido y apariciones repentinas que se ven venir a kilómetros de distancia. Literalmente se puede cronometrar el momento exacto en el que se cerrará una puerta o aparecerá un rostro deformado detrás de alguien.

Los personajes, por su parte, parecen existir únicamente para gritar o mirar hacia rincones oscuros con expresión de susto. No hay trasfondo, no hay drama, no hay empatía posible. Son meros instrumentos del sobresalto, marionetas sin alma al servicio de un guion que no sabe qué hacer con ellos. Incluso los intentos de humor o alivio emocional se sienten fuera de lugar y contribuyen aún más al desconcierto general.

Resulta especialmente frustrante comprobar que El último rito no es una película barata. El presupuesto se nota: hay buenos decorados, una fotografía cuidada y efectos digitales competentes. Pero nada de eso importa cuando la historia es tan torpe y las emociones tan inexistentes. Todo luce bien en la superficie, pero por dentro está hueco. Es el equivalente cinematográfico a una casa de cartón pintada de dorado: brilla desde lejos, pero basta con acercarse un poco para ver que no hay nada detrás.

El montaje, además, parece hecho con prisa. Las escenas se cortan de manera abrupta, el sonido es excesivo y la música intenta suplir la falta de miedo con un constante bombardeo de acordes tensos. Es el tipo de cine que no confía en su propio material y necesita recordarte a cada segundo que deberías estar asustado, aunque no lo estés en absoluto.

Lo más triste de todo es que la saga Expediente Warren empezó muy bien. The Conjuring (2013) fue una película fresca, tensa y atmosférica, que devolvió el prestigio al terror comercial. El caso Enfield (2016) incluso la superó, siendo para muchos (entre ellos, quien escribe estas líneas) la mejor de todas, una historia bien contada, emotiva y realmente escalofriante. Obligado por el demonio (2021) ya bajaba el listón, pero al menos resultaba entretenida y tenía cierta coherencia. Pero El último rito… es otra historia. Es un naufragio absoluto.

No solo no da miedo, sino que además aburre de forma casi hipnótica. Es una película que se arrastra, que repite fórmulas ya gastadas y que parece hecha únicamente para cumplir contrato. Ni siquiera los más devotos seguidores del universo Warren encontrarán aquí algo que rescatar. Y cuando uno acaba deseando volver a ver La monja o Annabelle para quitarse el mal sabor de boca, algo va terriblemente mal.

En definitiva Expediente Warren: El último rito no solo es la peor entrega de la saga, sino una de las películas de terror más decepcionantes de los últimos años. Carece de ideas, de miedo, de emoción y, sobre todo, de respeto hacia su propio legado. Es un producto prefabricado que demuestra hasta qué punto una franquicia puede agotarse cuando se pierde la creatividad y el cuidado por el detalle.

Ni los fantasmas asustan, ni la historia engancha, ni el final convence. Es una experiencia tediosa, hueca y, lo que es peor, completamente prescindible. Si esto era el gran cierre de la saga, entonces más que un “último rito”, parece su entierro.

 
Tags

Publicar un comentario

0 Comentarios
* Please Don't Spam Here. All the Comments are Reviewed by Admin.