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Anatomía de un instante (Miniserie de TV) (2025) ★★★☆☆

6,5/10 ★★★☆☆  ESPAÑA MINISERIE 4 EPISODIOS

Dirección: Alberto Rodríguez y Paco R. Baños

Guion: Alberto Rodríguez, Rafael Cobos, Fran Araújo y Javier Cercas (basado en su novela)

Reparto principal


Álvaro Morte: Adolfo Suárez

Eduard Fernández: Santiago Carrillo

Manolo Solo: Gutiérrez Mellado

Miki Esparbé: Juan Carlos I

David Lorente: Antonio Tejero

 
CRÍTICA
Opina @gandolcine

La nueva miniserie de Movistar, Anatomía de un instante (2025), supone uno de los acercamientos más rigurosos, elegantes y humanamente complejos que se han hecho en la ficción española sobre el 23F. Basada de manera libre en el famoso ensayo de Javier Cercas, la obra dirigida por Alberto Rodríguez propone un recorrido emocional e histórico que evita el morbo fácil y apuesta por una puesta en escena sobria, reflexiva y a la vez electrizante. Rodríguez, que ya ha demostrado con La isla mínima o El hombre de las mil caras su enorme habilidad para recrear contextos políticos y atmósferas tensas, vuelve aquí a demostrar por qué es hoy uno de los grandes narradores audiovisuales del país.

La miniserie se articula en cuatro episodios claramente diferenciados. Los tres primeros están dedicados a las figuras que, según la narrativa del propio Rodríguez, sostienen el pulso democrático en mitad de la incertidumbre: Santiago Carrillo, Adolfo Suárez y el general Gutiérrez Mellado. Estos capítulos son, sin duda, lo mejor de la serie. Funcionan como radiografías psicológicas, como pequeños estudios íntimos que, sin abandonar la precisión histórica, humanizan a personajes habitualmente reducidos a etiquetas o imágenes congeladas en los libros de texto.

El primer episodio, dedicado a Adolfo Suárez, es quizá el más emotivo. Alberto Rodríguez logra mostrar a un hombre en retirada, acorralado por sus propias circunstancias y por un país que avanza a una velocidad que él ya no puede controlar. El retrato que ofrece la miniserie del expresidente es profundamente humano: un político debilitado, pero aún digno; un hombre que intenta sostenerse sobre el peso de sus convicciones cuando todo parece desmoronarse. Aquí brilla con luz propia Álvaro Morte, que consigue una interpretación llena de verdad, sin artificios y alejada de la hagiografía. Morte dota a Suárez de vulnerabilidad, elegancia y una serenidad conmovedora, logrando que cada gesto tenga un sentido dramático preciso. No intenta imitar; interpreta desde dentro. Es, sin duda, uno de los pilares de la serie.

El segundo episodio, centrado en Santiago Carrillo, es probablemente el más sorprendente por su aproximación sobria y contenida. No recurre al tópico del líder comunista hermético o caricaturizado, sino que lo presenta como un político consciente del peso del pasado y del peligro del presente. La serie se detiene en los matices de su mirada, en su aparente calma frente al caos, en la responsabilidad moral que siente ante su partido y ante la joven democracia española. Aquí el guion brilla por su capacidad para equilibrar introspección y tensión dramática, y Eduard Fernández eleva cada plano con una interpretación que evita el mimetismo y apuesta por la esencia, por la densidad interna del personaje. Es una actuación llena de matices, madura, y probablemente una de las mejores de su carrera reciente.

El tercer episodio, centrado en Gutiérrez Mellado, ofrece una perspectiva distinta y complementaria. Frente a la figura política o estratégica de Suárez o Carrillo, el general se presenta como un militar con un sentido del deber inquebrantable, cuya firmeza durante los instantes clave del asalto al Congreso se convierte casi en el corazón moral de la narración. La serie retrata con gran acierto la solidez ética del personaje, su temple y su valentía física y simbólica. La interpretación de Manolo Solo es extraordinaria: austera, precisa, contenida y llena de autoridad sin necesidad de alzar la voz. Su versión de Gutiérrez Mellado resulta profundamente creíble; transmite serenidad incluso en los momentos más caóticos y dota al personaje de una humanidad mesurada que lo aleja de la mitificación fácil.

Estos tres capítulos forman un bloque impecable, narrativamente sólido y emocionalmente muy potente. Cada uno aporta una arista distinta del relato del 23F, y juntos construyen una visión poliédrica, equilibrada y honesta del acontecimiento.

El cuarto episodio, sin embargo, aunque funcional, no mantiene el nivel de excelencia de los tres primeros. Como desenlace, se queda un poco corto en impacto emocional y en cierre temático. No es un mal episodio, ni mucho menos; de hecho, contiene momentos muy bien dirigidos y un uso inteligente del montaje paralelo entre los distintos actores del golpe. Pero uno siente que, tras tres piezas magistrales, el final podría haber ofrecido un cierre más contundente, quizá más arriesgado. Falta un remate a la altura de la construcción previa, un broche que sintetice con mayor fuerza las preguntas morales, históricas y humanas que la serie va planteando. Aun así, cumple su función narrativa y deja una sensación general de trabajo sólido y cuidado.

Más allá de la estructura, merece destacarse el enorme acierto de tener a Alberto Rodríguez detrás de la cámara. Su estilo, caracterizado por la atención al detalle, la elegancia en la composición visual y una dirección de actores excepcional, transforma la serie en una obra de gran coherencia y fuerza dramática. Se nota la mano de un director que entiende que la historia reciente debe tratarse con rigor, pero también con alma cinematográfica. La recreación del clima político de finales de los 70 y principios de los 80 es magnífica: desde la iluminación tenue y ligeramente áspera, hasta el uso de la música como herramienta de tensión contenida. Rodríguez logra convertir cada secuencia en una pieza que suma al conjunto sin caer nunca en lo didáctico ni en lo panfletario.

El reparto, en su totalidad, está excepcional. Además de Morte, Fernández y Solo, hay un conjunto de secundarios muy inspirados que completan un retrato coral veraz y lleno de matices. La serie respira profesionalidad, compromiso y un notable respeto por la verdad emocional de los personajes históricos.

Por último, Anatomía de un instante destaca por su capacidad para hacer muy interesante y accesible un episodio histórico del que aparentemente ya se ha dicho todo. La ficción logra refrescar la mirada sobre el 23F sin caer en la nostalgia ni en el sensacionalismo. Lo que ofrece es un estudio humano, una inmersión en los dilemas éticos de tres figuras cruciales y una reflexión madura sobre la fragilidad de la democracia. Es una propuesta que se ve con atención y que invita a seguir pensando una vez terminada.

En conjunto, estamos ante una buena miniserie, muy bien trabajada, con momentos brillantes y un trío de episodios iniciales que rozan la excelencia. Aunque el cierre no alcance la misma altura, el resultado global es notable y digno de recomendación.

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